Los chats en la
enseñanza
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Desde hace un tiempo las y los docentes se preguntan si los mensajes de
textos o las maneras en que se comunican los chicos no inciden
desfavorablemente en la escritura. Los medios de comunicación de masas debaten
y debatieron el problema ubicándolo en sus revistas, suplementos y hasta en la
primera página de sus diarios. El uso de las tecnologías: la televisión una
década atrás, los video-juegos y las computadoras hoy despiertan en
muchos adultos la idea de que se alteran las formas de pensar por sus utilizaciones.
Es así como se piensa que hay que prohibir el uso de la televisión o el chat.
En este espacio que hoy desarrollamos pretendemos analizar el uso del chat y
las consecuencias de su utilización.
Los usos del chat en los espacios de entretenimiento de chicos y jóvenes son prácticas recientes que, por su asiduidad, merecen nuestro análisis. Así como reivindicamos el patio o recreo como lugar del juego, entendemos que, este espacio de entretenimiento, difícilmente pueda ser considerado para utilizarlo en la enseñanza. Sin embargo, dado su uso y las preguntas que se suscitan entre padres y maestros, entendemos que resulta de sumo interés debatir sobre él y analizarlo. Se trata de un tema de borde de los intereses escolares en tanto su utilización como vehículo de enseñanza es difícil aún cuando podamos proponerlo o entender las condiciones que lo posibilitarían.
Los usos del chat en los espacios de entretenimiento de chicos y jóvenes son prácticas recientes que, por su asiduidad, merecen nuestro análisis. Así como reivindicamos el patio o recreo como lugar del juego, entendemos que, este espacio de entretenimiento, difícilmente pueda ser considerado para utilizarlo en la enseñanza. Sin embargo, dado su uso y las preguntas que se suscitan entre padres y maestros, entendemos que resulta de sumo interés debatir sobre él y analizarlo. Se trata de un tema de borde de los intereses escolares en tanto su utilización como vehículo de enseñanza es difícil aún cuando podamos proponerlo o entender las condiciones que lo posibilitarían.
¿El Chat es un género
del discurso narrativo?
Se trata de un género confuso –según las palabras de Joan Mayans i
Planells- que se produce por descomposición de otros géneros entendiendo que se
funden, de esta manera, el género literario, narrativo y conversacional. No es
un derivado de los anteriores sino una fusión de registros orales y escritos
que adopta usos y condiciones propias. El sistema de argumentación es más
parecido al oral que al escrito. El contenido se improvisa más, en tanto surge
del intercambio de los participantes-interlocutores. Frecuentemente se “habla”
en paralelo en torno a temas diferentes. En síntesis, el género Chat es el más
participativo, segmentado y oral de los registros escritos.
¿Escribir bien o
comunicarse?
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Leonora Carrington, Big Badger Meets the Domino Boys, 1986
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El Chat sustituyó la conversación telefónica y como tal es casi
instantáneo en su recepción. Se encuentra desprovisto de muchas de las
convenciones y reglas gramaticales más difundidas y ha provocado que los
usuarios construyan, mediante el uso, las reglas de comunicación. La letra k,
por ejemplo, sustituyó a dos letras: la q y la u. Esto provocó, finalmente, un
mal uso deliberado de esas reglas y convenciones. Debemos considerar,
además, su carácter veloz y casi instantáneo que determina una imposibilidad
práctica para revisar las frases. En síntesis, el Chat pone a dos o más
personas en comunicación, creando un estilo y una propuesta que rompe con los
tradicionales formatos de los códigos escritos. Imponerle al Chat un formato
escolarizado como si fuera el género epistolar o proponer que las frases se
revisen es una traslación de los códigos de un género a otro que tiene un
escaso valor práctico. Si así fuera, los chicos continuarían chateando en sus
casas o en los locutorios como siempre y la escuela habrá diseñado una
propuesta antipática para un espacio que no le pertenece.
Una característica de los chats es la recurrencia a emotes. Son
representaciones gráficas de usos convencionales. Se utilizan para decir que se
tiene hambre, sueño, que se despide, etc. Para decir que se grita se escribe
con mayúscula. Un sin fin de reglas se construyeron y se siguen construyendo
para entablar la comunicación en un género en el que se entrecruzan varios de
ellos. Pero ¿recordamos la jerigonza? Era un lenguaje propio de los chicos de
la década del ‘80. Una palabra en jerigonza se genera a partir de la siguiente
regla: se separa la palabra en sílabas y luego de cada sílaba se le agrega otra
compuesta por una p y se repite la última vocal de la sílaba original. Un
ejemplo conocido era un jingle que aludía a la goma de pegar “voligoma” y se
decía “vopolipigopomapa”. A pesar de su uso extendido y constante en esas
generaciones ninguno utilizó la jerigonza en la actividad escolar o quedó con
un lenguaje empobrecido por ese uso. Los chicos y los jóvenes distinguen con
facilidad cuál es el lenguaje aceptado en la escuela y cuál es el propio de los
otros contextos.
La conversación en
paralelo
Los chicos y jóvenes conversan en paralelo en los chats. Los contenidos
se distribuyen de manera fragmentaria y se improvisan. La característica de
esta modalidad de conversación es su velocidad, la instantaneidad de
transferencia y recepción de la información. Por eso, la elaboración de ideas o
el estímulo al pensamiento reflexivo es escaso. El tiempo apremia porque si no
se envían los textos pareciera que el interlocutor se ausenta. Esta
conversación en paralelo construye una obra colectiva, fragmentaria en la que
las intervenciones son sintéticas, sin dejar lugar a la retórica. Estas conversaciones,
prácticamente simultáneas, por sus características no son meras transcripciones
de la conversación oral. En la conversación oral, a diferencia de los chats,
cuando los mensajes se solapan o entrecruzan se suele solicitar que se esperen
los turnos correspondientes para entender mejor los mensajes que emite cada uno
de los destinatarios.
La agresión y la
violencia
El uso de nombres supuestos y la posibilidad de anonimato que ofrecen
los chats han franqueado la puerta para que se desencadenen conductas
inadecuadas. En muchas escuelas los docentes deben resolver a primera hora de
la mañana los conflictos que se desencadenaron en los grupos escolares por este
uso y que imposibilitan el trabajo escolar. Aun cuando quedan fuera del espacio
escolar las agresiones, que se escudaron en el anonimato, dejan malestar en los
grupos. Es importante reconocer que los chats posibilitan tales conductas pero
no las crean. No se trata de un problema tecnológico sino de un canal que las
facilita. La conversación con y entre los niños y el análisis de las conductas
con una buena orientación por parte de los adultos ayudando a reconocer el
valor del diálogo y el respeto por las diferencias no puede quedar afuera de la
escuela incluso cuando el espacio de entretenimiento así lo haya sido.
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El lugar de la
escuela
En las escuelas podemos ayudar a construir normas razonables de uso que
implican la convivencia y el buen trato. Los docentes pueden orientar a los
padres para que acompañen a los chicos a navegar y aunque el uso educativo sea
dificultoso estos maestros pueden participar de alguna conversación o juego con
los niños en los que se utiliza el Chat. Así como, en más de una oportunidad,
las y los docentes participan o acompañan a los niños en espacios de
entretenimiento, también ahora pueden participar en alguno de estos
intercambios. Frente a las dificultades, el candor o las ingenuidades de los
estudiantes, las mejores propuestas se llevan a cabo cuando se crean entornos
en los que se habla, conversa y orienta. La mirada del adulto, comprensiva a la
par que da cuenta de límites claros, orienta a los estudiantes a entender los
que es aceptable y lo que no lo es, advierte acerca de peligros o de las
consecuencias de llevar a cabo acciones imprudentes u hostiles. Cualquier
instrumento de comunicación nos puede ayudar a encontrarnos con otros, a
reconocernos en la diversidad, a comprender y compartir situaciones o
exactamente lo contrario. En todos los casos se trata de entender el lugar
privilegiado de la comunicación y la necesidad de ayuda que demandan los
jóvenes estén o no en el espacio escolar.
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